Desde
el momento en que el hombre escribe y expresa sus pensamientos en forma
comprensible a los demás, se cumple el fin del lenguaje «transmitir lo pensado
a lo escrito. El uso del lenguaje es un fenómeno complejo en el cual, si
fácil no es hablar, tampoco lo es escribir con corrección.
Todos
se han encontrado alguna vez con el problema de descifrar algo escrito por
quien ignora lo más elemental del arte de escribir, y se puede decir que no es
por lo que escribe sino por el cómo lo escribe. El pensamiento más sencillo
resulta ininteligible en ciertas ocasiones. El estilo de la escritura añade
precisión, elegancia, claridad y armonía al texto que se expone.
Toda
persona necesita expresar sus pensamientos de forma escrita con corrección y
elegancia. Es preciso emborronar muchas cuartillas, tachar y corregir
constantemente, la habilidad se adquiere a fuerza de tropezar con las
dificultades. Algo de este arte no se aprende; mucho depende del empeño y el
trabajo. Este arte lleva consigo la virtud de la paciencia. Cada uno podrá
crear un estilo propio para expresar sus ideas y pensamientos.
Todo
escritor debe procurar ver en sí mismo la revelación a perpetuidad de su
persona y obra. Quien escribe sólo con palabras es como el que construye
exclusivamente con ladrillos; si se desea decorar y embellecer el edificio se
han de utilizar también las esculturas y las tallas.
En los
escritos deberán no sólo estar presentes frases hechas, sino pensamientos e
ideas que contribuyan a engrandecer nuestras aseveraciones y nuestra autoridad
en la escritura. Un académico no está excepto de estas exigencias porque el
arte de escribir también está presente en los trabajos científicos. La ciencia
precisa de conocimientos rigurosos, objetivos y receptivos a la crítica.
En el
lenguaje científico las frases deberán ser exactas y claras, porque las largas
fatigan el espíritu, distraen la atención y terminan por apartar la visión del
objetivo principal. El dominio de la expresión escrita y la formación académica
sólida es difícil; aunque muchas personas poseen una considerable experiencia
acumulada.
Aprender
a utilizar nuestra lengua nos obliga a estudiar sus infinitos recursos para
huir de la monotonía y pobreza de vocabulario. La gramática es el primer libro
que toma en las manos quien se propone estudiar la lengua, llegará sin dudas a
convertirse en un compañero inseparable de aquel que nunca pierde de vista el
ánimo de perfeccionarse en ella.
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